Cinco años atrás, el mundo de la fotografía en España sufrió un violento y contundente cambio de pensamiento y actuación. Los fabricantes de cámaras fotográficas se habían propuesto inundar el mercado con el formato digital y para ello no dudaron en acercarse al bolsillo mayoritario de fotógrafos profesionales y aficionados con nuevas cámaras de 6 megapíxeles semi-profesionales y facilitando esta transición incluso en detrimento de la comercialización hasta ese momento de máquinas digitales profesionales prohibitivas económicamente y solo accesibles a unos pocos profesionales y caprichosos.
Canon EOS 10D. Una de las primeras reflex digitales que aparecieron en el mercado.
Desde entonces y hasta ahora, los fotógrafos hemos pasado rápidamente de defender la película a espada, a vanagloriar las ventajas del digital. La evolución superada en tan poco tiempo en el caso de la fotografía de Naturaleza ha sido aún más visceral y contagiosa, pues una actividad, que hasta ese momento era practicada por personas mayoritariamente relacionadas de alguna manera con la defensa, estudio y conservación de la Naturaleza, se ha visto inundada por miles de aficionados que, cámara compacta en mano, son capaces de captar en la pantalla un paisaje ideal en sus vacaciones o el macro perfecto de una mosca en la cocina de casa, y todo esto además hacerlo competir al lado de fotógrafos profesionales y semiprofesionales gracias a la multitud de foros y servicios gratuitos de publicación de imágenes que también han proliferado como hongos en Internet.
La fotografía de Naturaleza siempre ha bebido de las fuentes del conocimiento práctico del medio natural. Poder fotografiar un animal salvaje suponía (y supone) un control básico de las costumbres de la especie a fotografiar, de unas normas de buena conducta y respeto en el monte, y por supuesto un respeto exquisito hacia el animal. Por supuesto esto es totalmente trasladable a plantas, invertebrados o el propio paisaje.
Un fotógrafo de Naturaleza sabe lo que fotografía, porque le interesa, le gusta y lo ama. Y son ya muchas las veces en las que te encuentras sentado como público en una proyección de fotografías de Naturaleza, donde el autor pasa imágenes de animales o plantas sin tener ni idea de qué es lo que está mostrando, si es un endemismo o una planta cualquiera, ni siquiera el nombre común o científico. Por supuesto la técnica fotográfica es impecable, pero el trabajo es completamente árido si lo que se muestra no se puede definir o defender por sus importantes valores naturales. Y es que de eso se trata la fotografía de Naturaleza, de conseguir defender la Naturaleza mostrando su belleza y sus valores. Todo lo demás, son cromos, como los que coleccionábamos cuando éramos niños.
Tras un análisis detenido, se llega a la conclusión que esta invasión de “coleccionistas de cromos” lo que si ha conseguido es una globalización de la actividad o afición. Incluso ha conseguido que algunos hayan rediseñado su vida profesional para dedicarse solo a esto, aunque no hayan revelado con químico en su vida, gracias a las ventajas de la era digital por supuesto, y por supuesto con la sonrisa burlona de grandes multinacionales que ven como sus cuentas engordan a golpe de megapíxel, porque han conseguido lo que en informática se consiguió con la investigación de los procesadores: el cliente siempre quiere estar a la última.
Arte VS Mentira
Volviendo al tema de fondo ¿en que momento de estos cinco años hemos aceptado y asumido, conscientes o no, la publicación de fotografías de naturaleza manipuladas? Esto es una realidad aplastante que ha ocurrido delante de nuestras narices, y ha venido camuflada dentro de la transición digital. No se termina de entender por qué esta evolución tecnológica ha tenido licencia por parte de todos los fotógrafos para que se hayan perdido los valores morales y éticos de la actividad, y que una afición-profesión que se ha caracterizado siempre por la veracidad de las imágenes que se mostraban y los elogios que provocaban en el espectador, ahora sea el coladero de imágenes sintéticas e imposibles de encontrar en el medio natural.
analógico, mucho antes de que apareciera Photoshop.
Y es que, mientras que los fotógrafos de Naturaleza reciclados al digital intentaban aprender lo que era un fichero raw, por qué se tenía que procesar, e incluso se aprendía a utilizar un ordenador (ese artefacto infame que ahora era necesario tener para “revelar”) los nuevos fotógrafos venían pegando fuerte, con un control y dominio de técnicas creativas digitales que encajaban a la perfección con los ficheros jpeg y consiguiendo colores nunca vistos en fotografía de Naturaleza y degradados más allá de los clásicos cristales B&W o Kokin. Mientras unos estábamos preocupados (incluidos los fabricantes) en acercar los resultados de un procesado a lo que era antes una película Velvia o VS, otra gran mayoría inundaba (e inunda) publicaciones, concursos y galerías con imágenes manipuladas digitalmente, de colores inexplicables y profundidades de campo que rallan lo imposible, impactantes si, pero manipuladas, con el beneplácito y aliento de otro ingente número de aficionados que anhelan conocer y aprender a utilizar esas técnicas efectistas que no se sudan en el campo, sino delante de un ordenador en casa, más cómodos por supuesto, y al abrigo del aire acondicionado.
La manipulación de una imagen de Naturaleza nunca se ha permitido. Siempre ha sido un delito moral y profesional si te consideras un fotógrafo de Naturaleza. Ha habido debates internos muy enriquecedores que han discutido sobre el fondo o la esencia de la fotografía de naturaleza: ¿es documental o arte? Pero lo que siempre se ha dado por sentado, es que fuera lo que fuera lo que se mostrase, nunca sería manipulado, y para ello, y para demostrar tu veracidad, tu honestidad fotográfica, tenías una película positivada, incorruptible, inconfundible, perfectamente protegida, que era la diapositiva. No había mayor prueba irrefutable de tu trabajo profesional que la diapositiva, y no había mayor condena por manipulación que la ausencia de esta. Pero los tiempos han cambiado, y ahora no se sabe muy bien que es lo que uno tiene que hacer para demostrar que una imagen ha sido manipulada y que no debería publicarse en lugar alguno relacionado con fotografía de Naturaleza. Si lo haces, acabas de convertirte en un antiguo, en un censor, o acusado de “impedir la expresión creativa”.
Siempre se han conocido casos de manipulación de imágenes, eso si, permitido solo a unos pocos privilegiados fotógrafos famosos, y ellos mismos describían en alguna revista o libro que habían tocado la imagen. La fotografía de una manada de ñus en África donde fueron clonados algunos ejemplares para rellenar huecos, o el retrato de un simio en el que fue eliminada una ramita molesta que cruzaba el pecho del animal, se han hecho famosas en el mundillo de los fotógrafos de naturaleza, precisamente por hacerse públicas esas “manipulaciones” por parte de sus propios autores. Estos retoques son actualmente de risa, comparado con lo que cualquier oficinista en un rato de asueto en el trabajo es capaz de hacer con la foto medianamente curiosa de un águila pescadora cogiendo un pez que fue capaz de fotografiar el fin de semana en el zoológico con su hijo subido a hombros. Posiblemente si el tipo es hábil, podría hacerla pasar por una foto de su reciente (y falso) viaje a Alaska. Y es que la era digital ha permitido hacer estas creaciones sin rastro alguno de la manipulación. Y es por esto, que ha llegado el momento que el propio colectivo de fotógrafos de Naturaleza vuelva a la esencia y fundamentos básicos de esta actividad y de un paso adelante poniendo límites claros a la publicación de imágenes y sus condiciones.
Poniendo límites. El pasado mes de abril la Asociación Alemana de Fotógrafos de Naturaleza (GDT) publicaba un comunicado importante en su página web, advirtiendo sobre la gran cantidad de imágenes manipuladas que estaban invadiendo sus convocatorias y concursos, y que por lo tanto a partir de ahora todas las fotografías presentadas deberán acompañarse de su fichero raw para demostrar la veracidad de la toma. Antes que la GDT, la organización de uno de los mejores concursos del mundo de fotografía de Naturaleza, Shell Wildlife Photographer of the Year, también incluía ya en sus bases unas condiciones básicas en este sentido.
©Nick Brandt. Reconocido fotógrafo internacional en
la manipulación de imágenes.
Y es que nunca se tenía que haber llegado a esto. Todos somos culpables de esta situación, unos por no haber sabido imprimir a los nuevos fotógrafos los valores fundamentales de esta actividad, y otros por no querer aprender de los que saben por los muchos años de experiencia, y dejarse llevar por la comodidad de un ordenador. Lo que si está claro, es que debido a esto, tenemos que volver a recuperar la esencia y volver a disfrutar de buenos trabajos fotográficos de campo, y para ello, se debe consensuar un Decálogo o Declaración de Intenciones que recoja los límites mínimos de procesado de un fichero digital, independientemente de que a partir de este documento, cada organización, asociación o publicación pueda interpretarlo y adaptarlo a sus intereses.
Así mismo, debe categorizarse las fotografías manipuladas digitalmente en los concursos y resto de publicaciones, creando espacios destinados exclusivamente para esto, donde el autor pueda y deba contar los secretos de la imagen publicada, y que compita en igualdad de condiciones con otros creadores digitales, mientras que el resto de imágenes de fauna, flora o paisaje siguen compitiendo en sus categorías, también en igualdad de condiciones con el resto.
No debemos dejar que la fotografía de Naturaleza se desvirtúe de su base, y tampoco deberíamos limitar la expresión y creatividad de autores que utilizan las técnicas digitales como clave fundamental de su trabajo. Lo que debemos hacer es organizar todo esto y que cada cosa esté en su sitio. Solo así seguiremos siendo fotógrafos de Naturaleza. Porque lo que nos mueve debería ser obtener las mejores imágenes del medio natural, no fabricarlas.
Referencias y agradecimientos:
Buena parte de este texto no se habría escrito sin las opiniones y criterios vertidos por los fotógrafos de la Fotógrafos de Naturaleza de Madrid (FONAMAD) en su foro de discusión. Desde aquí el más sincero agradecimiento y admiración por la valentía que desde esta asociación española se ha demostrado para afrontar este difícil debate.
©Andrés López / countrysessions.org
Articulo perteneciente a la serie
Reflexiones sobre la manipulación en la fotografía de Naturaleza